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Hoy quiero explicarte una cosa que me pasó el otro día cuando fui a comprar el pan. Entré a la panadería y no había gente esperando. Dos dependientas estaban hablando entre ellas y yo me quedé delante del mostrador mirándolas esperando que acabaran su conversación. No sabía de qué hablaban aunque sí me pareció que era algo que las importaba porque no se dieron cuenta que yo estaba delante suyo esperando hasta al cabo de un ratito. Entonces una de ellas se dió cuenta me miró y me dijo.

– ¿Qué desea?

Se giró de nuevo a su compañera diciéndole algo, como si la conversación continuara. Yo le respondí.

– Una barra de cuarto.

Ella se quedó parada con la mirada perdida y me volvió a preguntar.

– ¿Qué desea?

Entonces yo la volví a contestar.

– Una barra de cuarto.

La dependienta seguía con esa mirada perdida. ¿Os podéis imaginar qué me preguntó otra vez?

– ¿Qué desea?

Alguna vez me ha ocurrido algo parecido. Entonces me vienen pensamientos como: «No me está haciendo caso» «Lo mínimo que se puede pedir a una persona que atiende al público es que lo atiendan» «Esto es una falta de respeto» » No hay derecho» «Estoy dudando entre quejarme por este trato o no volver nunca más»….

Os podéis imaginar que tipo de energía producen estos pensamientos. Se me acelera el corazón, siento ira, y me voy a casa alterado por haber recibido este trato o bien protesto airadamente. Sin embargo el otro día me ocurrió algo diferente. Mientras me ocurría esto me preguntaba qué tipo de conversación debían estar llevando para estar tan absortas en su conversación. Me pregunté si yo hablaría de algo personal en un lugar tan poco íntimo como una panadería en la que labor es atender clientes. Cuando me repitió la pregunta la pregunta la segunda vez, observé su mirada perdida y me pareció ver como si estuviera de cuerpo presente y su mente todavía estuviera en la conversación con su compañera. Cuando me volvió a repetir la pregunta la tercera vez tampoco sentí ira, sólo curiosidad por lo que la estaba pasando, aunque también estaba presente me necesidad de comprar la barra de pan, así que me salió la siguiente respuesta.

– Supongo que me has preguntado lo mismo 3 veces para ver si cambio de opinión, ¿no?

Dije con una sonrisa. Mi respuesta provocó una risa en ella y también en la compañera que tenía al lado y me dijo.

– Discúlpeme por favor. ¿Puede ser que me haya pedido una barra de cuarto? Estaba totalmente distraída.

– A ver si estás más atenta –

Dijo su compañera sonriendo y en un tono divertido

– Sí, una de cuarto. No he cambiado de opinión.

– Aquí la tiene. Le ruego que me disculpe por la molestia.

Me sirvió el pan y regresé a casa, con una sonrisa en la cara contento por mi respuesta y por haber arrancado una sonrisas de las dependientas de la panadería. De camino a casa reflexioné sobre lo que había ocurrido. Me di cuenta de la importancia que tiene lo que pienso. Me pareció increíble que ante un mismo hecho, pueda responder o bien enfadándome, quejándome y provocando enfado en los demás y que también podía responder con sentido del humor y alegría. Si el hecho es el mismo, ¿cómo es posible que yo pueda responder de forma totalmente opuesta? La respuesta está en el tipo de pensamiento y emoción que experimento con el estímulo que recibo.

Si pienso que me tratan mal y me faltan al respeto, me enfado y me pongo agresivo y mi respuesta surge desde esa emoción. Sin embargo si lo que tengo es curiosidad por lo que le está pasando a la persona y quiero sacarla de sus pensamientos tendré una respuesta acorde con esa intención. El humor es un recurso que yo utilizo mucho así que eso fue lo que surgió. ¿Te das cuenta de la importancia de lo que te estoy diciendo?

Lo que me ocurre normalmente cuando pienso algo sobre alguien o algo es que me lo creo de verdad. Lo que quiero decir es que eso que fabrica mi mente se convierte en la única explicación posible de los hechos, sobretodo cuando hay una emoción intensa que interviene. Es como si la intensidad de la emoción fuera la prueba que me indica que lo que pienso es verdad y es la única explicación posible. La emoción actúa como si fuera un pegamento que me ata al pensamiento y me impide cuestionarmelo.

Para mi, la clave en todo esto es que el sentimiento y las sensaciones que tengo en mi cuerpo son reales, auténticas y no admiten discusión. Sin embargo, lo que pienso, es decir, las historias que yo fabrico cuando siento lo que siento, aunque están relacionados estrechamente con la realidad, no son la realidad. Una cosa es la experiencia directa de la realidad (sentimientos y emociones) y la otra cosa es todo lo que viene a mi cabeza cuando me ocurre eso. Tener esto claro puede hacer que mi respuesta sea una reacción o una respuesta elegida en base a hechos.

Apliquémoslo a mi ejemplo. La reacción emocional cuando la panadera me repite tres veces la misma pregunta es real, ya sea que yo sienta ira como que sienta tranquilidad y curiosidad. Sin embargo pensar que la otra persona me está faltando al respeto no pertenece a mundo de lo real, sino al de mis pensamientos. Puede que sea cierto y puede que no lo sea y por eso es necesaria una comprobación. Veámoslo con el ejemplo de antes.

En la panadería la dependienta me repite tres veces la misma pregunta. Supongamos que ahora lo que me ocurre es que se me acelera el corazón y siento ira y me doy cuenta que pienso que me está faltando al respeto. La ira es real, y que me está faltando al respeto es la historia que fabrico. Aunque pueda parecerme absolutamente cierta, necesita una aclaración para que se confirme o se desmienta. Si efectivamente se confirma que me está faltando al respeto yo podré actuar de la forma que considere más adecuada. Aunque también pudiera ser que no me esté faltando al respeto, sino que simplemente esté distraída, y entonces actuaré de una forma totalmente distinta, lo cual puede evitar un conflicto que era innecesario.

Por otra parte, si le digo que debería tratarme con más consideración estoy suponinedo que eso es cierto y ella se pondrá a la defensiva, así que será más eficaz si le digo lo que siento y cual es el valor o la necesidad universal que a mi me está faltando con su comportamiento. Así que lo podría decir es lo siguiente:

– Señorita. Me ha hecho tres veces la misma pregunta y yo le he respondido 3 veces que quiero una barra de cuarto y estoy molesto porque no recibo la atención que a mi me gustaría. ¿Me podría decir qué es lo que está escuchando?

(fíjate que no estoy juzgando su comportamiento. Simplemente estoy diciendo cómo me siento y qué valor o necesidad es valiosa para mi y no estoy encontrando en su forma de actuar: escucha y atención.

– Estaba distraída y no le he podido escuchar.

( se está disculpando. Yo no quiero eso. Yo quiero que me vea y me escuche, en definitiva que me atienda de la manera que a mi me gusta)

– Disculpe, pero lo que me gustaría saber es si ha escuchado lo que le le acabo de decir.

– Creo que ha dicho que está enfadado porque no le he atendido después de haber pedido el pan 3 veces.

– Sí, es eso. Quería saber si se había dado cuenta de mi enfado y del porqué. Gracias.

(Ahora me siento visto y escuchado, que es lo que realmente necesitaba. Creo que con eso es suficiente)

– ¿Podría ahora darme la barra de pan?

– Sí, por supuesto. Le pido disculpas por ello y entiendo perfectamente que se haya enfadado. Aquí tiene esta pastita de regalo para compensarle por la espera.

– Muchas gracias. Muy amable.

Entonces yo me iría a casa contento porque no sólo me ha escuchado sino que además a tratado de reparar el «daño» que yo he percibido. La dependienta habría utilizado un «fallo» para fidelizar a un cliente.

Cierre

En este artículo hemos visto la importancia que tiene darse cuenta de lo que uno piensa y del impacto que eso tiene en nuestras respuestas. Tener conciencia que lo que pienso no es real aunque está directamente relacionado con lo siento (eso sí que es real) me permite actuar de una forma más eficaz porque tiene en cuenta mis necesidades sin que eso signifique culpabilizar a los otros por su comportamiento y eso hace que la tendencia natural del ser humano a colaborar pueda surgir. También me puede evitar malentendidos provocados al pensar que mis interpretaciones de los hechos son las únicas posibles.

¡Buen Viaje!

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