¡Alegra esa cara! (2º parte)

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Después del último artículo (¡Alegra esa cara!) he recibido algunos comentarios de personas cercanas diciéndome: «¿de verdad respondiste así a esa persona? ¿Esa no es una respuesta muy CNV (Comunicación NoViolenta), verdad? Así que me he decido ha escribir este post para aclarar algunas cosas y también sobre cual fue mi intención al escribir ese artículo.

Vamos a ver, lo primero que yo quería conseguir con ese artículo es señalar algo que a mi me parece importante. Hay personas que creen que animar a alguien cuando sienten una emoción desagradable es una forma de ayudarles, cuando lo que se consigue muchas veces es el efecto contrario. Al explicar mi anécdota traté de ilustrar ese efecto.

Lo segundo que quería hacer es una reivindicación: cuando tengo un sentimiento desagradable o incómodo quiero tener la valentía de permitírmelo y no quiero que nadie me diga que es lo que debo sentir. Permíteme que me explique un poco mejor.

Cuando sentimos emociones agradables significa que hay una o varias necesidades universales que están satisfechas. De igual manera, cuando sentimos alguna emoción desagradable significa que nos están faltando una o varias necesidades universales. Así que los sentimientos y las emociones nos sirven para conectar y reconocer lo que es valioso e indispensable en nuestras vidas: las necesidades y los valores universales.

Por ejemplo, el el pasado artículo te expliqué que yo me enfadé porque pensé que la otra persona quería imponerme la forma en que yo me debía sentir. Si no afronto y acepto la emoción que estoy experimentando no podré descubrir nunca que mi enfado responde a una necesidad de libertad y de respecto hacia lo que estoy sintiendo. Así que la rabia me permite conectar con mis necesidades de libertad y de auto-aceptación, que son muy vivas e importantes para mi. Si no me permito sentir la rabia porque «está mal» sentir eso, es imposible descubrir qué necesidades son valiosas para mi.

También quiero destacar que permitirse sentir y nada más, no me parece suficiente, porque si hay sentimiento y no descubrimos las necesidades que hay en su raíz, entonces perdemos una oportunidad preciosa de trascender lo que sentimos. De hecho hay mucha gente que no se permite enfadarse y que reprime ese sentimiento y por lo tanto no puede llegar nunca a descubrir cuales son los valores y necesidades universales que les están llevando a sentir la ira.

El problema de la ira es que se produce porque uno cree que lleva «La Razón«. Tener «La Razón» es muy peligroso porque el que la posee está legitimado para castigar, gritar o imponer, es decir se convierte en administrador de la justicia. Por ejemplo, yo pensaba que la otra persona me estaba imponiendo la forma en que yo debía sentirme. Cuando alguien trata de imponerte algo lo único que puedes hacer es rebelarte o someterte y  yo elegí rebelarme. Así que mi respuesta venía desde un deseo de preservar mi libertad y mi respeto hacia mi propia persona.

Por otra parte, ahora me doy cuenta que esa persona no quería imponerme nada. Sabiendo esto pienso que podría haber actuado de una forma diferente. Fíjate que de aquí a sentirme culpable por la forma en que respondí hay sólo un pequeño paso que no quiero dar, porque eso significaría juzgarme y culpabilizarme, y eso me acerca a comportamientos violentos hacia mi mismo.

Así que lo que me planteo es si podría encontrar una forma de actuar que fuera respetuosa hacia mi persona y que a la vez lo fuera también hacia los demás, sin necesidad de juzgarme ni de castigarme sintiéndome culpable por ello. Una respuesta que ahora se me ocurre que podría funcionar sería contestar a esa persona de una forma diferente.

– Realmente estoy de mal humor. Diciéndome que ponga buena cara supongo que quieres que me sienta mejor, ¿verdad?

-….

– Pues esto que me has dicho no me ayuda nada a sentirme mejor y al mismo tiempo te agradezco mucho tu interés. ¿Qué te parece esto que te estoy diciendo?

Esta respuesta trata de ser respetuosa y asertiva con mis necesidades a la vez que muestro interés por el impacto de mis palabras en la otra persona. Es una forma de decir, «yo soy importante y a la vez, también me importas tú.» Como ves, no hace falta ni castigarse ni sentirse culpable para encontrar formas de cuidarse uno mismo a la vez que somos respetuosos con los demás.

Conclusiones

En definitiva, los mensajes que quería transmitir son:

  • Tratar de consolar a alguien, no es empatía.
  • Uno tiene todo el derecho de sentirse como se siente. Puedes hacer uso de tu libertad para permitírtelo y así transformarlo.
  • El sentimiento de culpa es una forma violenta de tratarse a uno mismo y al mismo tiempo, tiene una intención positiva. Si somos capaces de descubrir las necesidades que está tratando de cubrir ese sentimiento de culpa podemos encontrar comportamientos que sean respetuosos hacia los demás y hacia uno mismo.

Espero que te haya aclarado alguna cosa más.

¡Buen viaje!

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